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Staff Editorial
Por Yael Gutman

Lo mejor de mí está por llegar es una obra escrita por dos hombres, Jorge Acebo, quien también la dirige, y Juan Carlos Rivera. La protagonista es una mujer que está sola en el escenario. Y cuenta. No es difícil pensar esta estructura como parte de una tradición. De varias tradiciones, en realidad. Algunas propias, de nuestra tierra: mujeres calladas como sea en un país donde los que más hablan son los caudillos brutos y sanguinarios; otras, de la vieja Cólquida, la Grecia que engendró la tragedia que repite el ser humano sin descanso, en cualquier latitud. Incluso en estas pampas, escenario de la obra. 

¿Qué hizo Medea? Lo más atroz. ¿Es culpable? Eso lo puede creer quien desconozca las tradiciones. Quien olvida la historia está condenado a repetirla. El público desprevenido se enojará con ella, así como se enojaban con Madre Coraje, para después ir a las calles a proclamar por las dos vidas, por la baja de la edad de imputabilidad y nunca por un plan de educación sexual para los machitos de este país.

¿Qué les pasa a las mujeres?

Nos pasa que esta obra debería verse en todas las escuelas del país. Nos pasa lo que le pasa a Florencia Galiñanes, una actriz que hace entrega de todo lo que tiene para ofrecer, que de la maestría que le dio la experiencia actoral surge el movimiento anfibio de teatro y cámara, atraviesa nuestros corazones, llega a los ojos del público, del propio autor y director, del “cámara” y del músico y nos devuelve la impotencia. Sentadas en el público queremos gritar la injusticia, abrazarla y nos contenemos (dicen que a veces el público grita y se quiebra) para no quebrar la cuarta pared que nos separa de la mujer a la que miran sufrir los dos hombres que están en escena con ella.
La puesta nos ayuda en esa distancia. Debe ser una película. No puede ser real. La imágenes proyectadas de Florencia Galiñanes remiten a la Medea de Pasollini, y vemos a la misma María Callas en ella porque el sufrimiento es el mismo. Vemos a la Medea de Lars Von Trier en el trato del ritmo de la imagen proyectada, el detalle mínimo, natural. Vemos a la Medea de Ripstein en la pobreza sumada a las violencias que interpelan directamente a la mujer: la física, la sexual, la psicológica, la económica, la social y, finalmente, vemos a las grandes Melina Mercouri y Ellen Burstyn de Jules Dassin en “Grito de Mujer”, esa película que debiera verse en todas las escuelas del mundo. Las vemos en cada llanto ahogado.

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¿Otra vez Medea escrita por hombres?

Sí, porque no son todos iguales, así como hay mujeres que no pueden concebir el acto de Medea. Las que no entiendan que ven a una actriz repitiendo: el dolor más grande es el que siente una misma, nadie puede compartirlo. Solo se sabe con la experiencia. Y así como empatizamos las mujeres, los hombres también pueden hacerlo. Y se nota con el trabajo musical y cinematográfico, con esas dos presencias masculinas sutiles, fantasmales, pero que se mueven como piezas de relojería alrededor de la actriz y que no la dejan tan sola. Si por momentos se agradece una mano amiga que se asoma. Finalmente se cumple la profecía, porque es la tradición que continúa, una mujer no vale nada si no tiene un hombre al lado.
En este caso, agradecemos a estos hombres por sostener a Florencia Galiñanes para que nos cuente la gran historia (viva) de Medea.

Información y venta de entradas:

http://www.alternativateatral.com/obra63306-lo-mejor-de-mi-esta-por-llegar

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