
Por Pablo Américo
Vencedores Vencidos
Título Original: Omar Título Castellano: Omar Estreno: 21 de mayo del 2013 (Cannes) Director: Hany Abu-Assad Guión: Hany Abu-Assad, Waleed Zuaiter y David Gerson País de Origen: Palestina Clasificación: M16 Duración: 96 minutos
The war was lost
The treaty signed
I was not caught
I crossed the line
I was not caught
Though many tried
I live among you
Well-disguised
Así inicia “Nevermind” de Leonard Cohen, un poema que publicó en una colección de textos titulada “Book of Longing” (2006) para luego transformar en una canción incluida en su disco “Popular Problems” (2014). A través de una narración inconexa, Cohen describe metafóricamente los conflictos del Medio Oriente, narrando desde un punto de vista que bien podría ser el de un palestino.
Cohen se reivindicó toda su vida como judío practicante, involucrándose también con ciertas ramas de la filosofía budista, al mismo tiempo que mantuvo posturas ambiguas frente a los conflictos étnico-nacionales en Medio Oriente. Pero, a pesar de eso, no se puede evitar pensar en sus palabras: “There’s truth that lives / And truth that dies” (Hay verdades que viven y verdades que mueren).
Hace unos pocos días el módulo espacial Bereshit, un proyecto de capitales privados que buscaba llevar a cabo el primer alunizaje israelí, no pudo cumplir con su objetivo, estrellándose durante el aterrizaje. Una periodista de un reconocido diario de izquierda se manifestó sobre el asunto, riéndose del fracaso israelí. Sus comentarios generaron una oleada de repudios a su supuesto “antisemitismo”.
Pocos días antes se habían celebrado elecciones parlamentarias en Israel, en medio de un clima agitado por una serie de acusaciones de corrupción que envuelven al Primer Ministro Benjamin Netanyahu. Likud, el partido ultraderechista de Netanyahu, derrotó a la coalición centrista que busca disputarle poder y se aseguró las bancas parlamentarias suficientes para poder mantener a Netanyahu como mandatario. A pesar de supuestas diferencias entre Netanyahu y su oposición en torno al problema palestino, la población que sufre el apartheid impuesto por el Estado israelí no se hace ilusiones: más allá de la retórica, Israel avanza con su plan de anexionar territorios de Cisjordania bajo la aprobación del gobierno estadounidense y no parece dispuesta en lo más mínimo a revisar su política para con la “minoría” árabe que habita el país.
A la hora de hablar de Israel, todos quienes no adhieren a una postura de alineación automática pueden verse representados en una escena de la serie animada “Rick and Morty”: en el cuarto capítulo de la tercera temporada, Morty le explica a Rick que siempre que esta borracho comienza a hablar sobre “Israel”. Rick, poniéndose nervioso, trata de asegurar que no es un antisemita, que en cualquier caso debe estar refiriéndose a las problemáticas geopolíticas en torno a la existencia del Estado israelí. Morty disminuye su argumento: simplemente Rick no puede dejar de decir “Israel” cuando esta borracho. Todos somos un poco Rick Sánchez.
Con todo este preámbulo, propio de cualquier aproximación a expresarse sobre Israel y los palestinos desde una óptica progresista o de izquierda que no quiera quedar mezclada con acusaciones de antisemitismo, puedo introducir a la película de esta semana: “Omar”, un largometraje palestino. Filmada principalmente en el campamento de refugiados de Far’a, la historia es protagonizada por Omar (Adam Bakri), un joven palestino que normalmente cruza la barrera israelí de Cisjordania para encontrarse con su amada Nadeen (Leem Lubany). Luego de ser golpeado y humillado por un grupo de soldados israelíes durante una de estas incursiones, Omar participa de un ataque contra un puesto de control israelí. Omar es capturado y extorsionado por Rami (Waleed Zuaiter), un agente israelí, para trabajar como agente doble para el gobierno de Israel. El resto de los acontecimientos es mejor dejarlos para el espectador.
Omar es una película abiertamente anti-israelí, y generó todo tipo de polémicas con su llegada a los premios Oscar(1), bajo la categoría de “Mejor Película Extranjera”. Su director, Hany Abu-Assad, ya había sido nominado por “Paradise Now” (2005), película durante la cual sospechó que había un espía entre los miembros de la producción. Esta idea paranoica fue el germen del que brotó el guión de Omar, una pequeña cápsula de hora y media que resume el sentimiento de paranoia, desgano y opresión bajo el que viven los habitantes de Palestina.
Debido a una serie de problemas de financiamiento, buena parte del film fue producido por Waleed Zuaiter (el actor norteamericano que interpreta a Rami) y durante una etapa de la producción los miembros del equipo trabajaron gratuitamente y en condiciones más que precarias. A pesar de eso, Omar se convirtió en el primer largometraje hecho ciento por ciento con fondos palestinos(2). En parte, por este proceso, los integrantes del equipo (Abu-Assad y Zuaiter, principalmente) se mostraron optimistas frente a la idea de fundar una industria del cine palestino: proyecto que continuaron con el lanzamiento de “The Idol”, en 2015.
Criticar al Estado israelí, o burlarse tontamente del fracaso de uno de sus proyectos, no puede pasar a considerarse un acto de antisemitismo per se. De hecho, en muchos casos, los verdaderos antisemitas se muestran reacios a criticar al gobierno de ultraderecha israelí, al que ven como un aliado -si no, googleen a Nicolás Márquez(3)–. Al mismo tiempo, criticar a Israel, especialmente haciendo uso de la variante conspirativa de los argumentos anti-israelíes, puede ser un gag antisemita y un síntoma fuerte de adhesión a grupos proto-fascistas.
Como con casi todos los problemas del siglo XXI (y probablemente con casi todos los problemas en general), la clave para discutir Israel está en no caer en los maniqueísmos. Los contenidos son todo en esta era de sobreconsumo de opiniones y declaraciones sobre cualquier evento. Lo que quiero decir es evidente: dejen en paz a Sandra Russo, o al menos busquen cosas más interesantes por las que criticarla.
Omar puede no ser la película que mejor capta las sutilezas y ambigüedades del conflicto en Medio Oriente. Es claramente un largometraje militante, con una postura explícita en favor de uno de los bandos en guerra. Pero Omar, al mismo tiempo, es la expresión del bando menos escuchado. Es la historia que no está siendo contada.
Y en ese sentido, es que importa ver Omar. No para entender absolutamente todo lo que ocurre en Gaza, ni para tener una mirada objetiva del conflicto, sino para rescatar la historia de los que no hacen historia, para escuchar esas narraciones que pocas veces alcanzan a ser enunciadas.
(1) La principal polémica fue en torno a la decisión de la Academia de clasificar a la película como de origen “palestino”. Previamente, durante la nominación de “Paradise Now” se había utilizado la etiqueta “Autoridad Palestina” (frente a lo que Abu-Assad protestó pidiendo que se la etiquete como de “Territorios Palestinos”). Antes de eso, en el 2002, se había rechazado la nominación de la película “Divine Intervention” debido a que el comité de la Academia considero que Palestina no era un país.
(2) A excepción de una pequeña contribución del Dubai International Film Festival y tomando en cuenta que Waleed Zuaiter es hijo de padres palestinos.
(3) No googleen Nicolas Marquez. No le hagan ese favor. Nicolás Márquez es un pedófilo y “pensador” de ultraderecha, autor de un par de best–sellers y militante de la propuesta política ultraderechista que conforma en conjunto con Agustín Laje y Javier Milei. Márquez compila su postura pro-Trump (y por lo tanto, pro-Netanyahu) con la difusión de “historia alternativa” y negacionismo del Holocausto, así como mensajes de clara orientación antisemita (en la variante “los judíos comunistas controlan todo”).