
Por Pablo Américo
Filmar lo que nadie ve
Este año podrían ver la luz dos nuevos proyectos del director norteamericano Sean Baker. O no. En agosto del año pasado se expresó deseoso por filmar dos películas en conjunto, sobre temáticas diferentes, y editarlas al mismo tiempo(1) para estrenarlas a fines del 2019.
En los últimos años, Sean Baker se ha convertido en uno de los nuevos directores más prometedores de Hollywood. Su cine realista, de bajo presupuesto y gran sensibilidad social lo convierten poco a poco en una suerte de Ken Loach estadounidense. La marginalidad que retrata Baker no es la marginalidad fetichizada de “Slumdog Millonaire”. Es la marginalidad más mundana, la que no tiene voz y que no resulta interesante para ningún periodista o escritor de best-sellers. Es la marginalidad invisible que ni siquiera da miedo, porque nadie la registra.
La trilogía de películas compuesta por “Starlet”, “Tangerine” y “The Florida Project” representan una muestra de habilidad artística y, al mismo tiempo, compromiso político de la que pocos autores de cine pueden presumir. Pero antes de llamar la atención dentro del mundo del cine indie, Baker dirigió sus primeras tres películas (casi inconseguibles) siguiendo un muy bajo perfil.
Su primer trabajo, “Four Letter Words” (2000), giraba en torno a un grupo de hombres jóvenes hablando en un garaje durante la noche. Las charlas sobre drogas y pornografía del grupo de protagonistas no impresionaron a los críticos y al día de hoy el film, que también es conocido como “Climax”, no ha logrado llamar la atención de ningún público. Su siguiente película, también muy difícil de conseguir, fue “Take Out” (2004), un largometraje centrado en un inmigrante ilegal chino que trabaja como delivery–boy en un restaurante neoyorkino. Con un estilo que podría compararse a la mucho más reciente película paraguaya “7 Cajas”, Take Out fue filmada en un restaurant chino real, con un presupuesto mínimo, en medio de una producción incómoda (puesto que el local estaba en funcionamiento mientras Baker filmaba) y llamó la atención de algunos críticos, consiguiendo una nominación al Independent Spirit Awards cinco años después de su estreno original.
Continuando la trama neoyorkina, en el año 2009, Baker estrenó “Prince of Broadway” que trata sobre un inmigrante ghanés que se gana la vida como estafador hasta que descubre que tiene un hijo. La película pasó desapercibida y es posiblemente el punto más bajo y menos memorable en la carrera del director, que en ese entonces, también se dedicaba a trabajar en su programa de televisión para MTV “Warren the Ape”, un spin-off de la más exitosa “Greg the Bunny”. Ambos programas tenían como protagonistas a marionetas de animales antropomórficos que se movían en un Hollywood poblado por marionetas y humanos (siendo las marionetas tratadas como una minoría racial). Básicamente, una versión clase B de la mucho más conocida serie de animación “BoJack Horseman”.
Finalmente, llegando el 2012, fue estrenada la controvertida película “Starlet” en la que Sean Baker mostró todo su potencial por primera vez. Protagonizada por Dree Hemingway (bisnieta de Ernest), el film cuenta la historia de Jane, una actriz porno, que a través de una serie de eventos toma interés por una vecina, una señora mayor llamada Sadie (Besedka Johnson, en su único papel como actriz antes de morir al año siguiente). En soledad, las dos mujeres sin nada aparente en común comienzan a descubrirse mutuamente y, en cierto sentido, a perdonarse. “Starlet” causó bastante controversia por sus escenas de sexo no simulado(2) al mismo tiempo que generó reacciones muy favorables por su crudeza y su realismo. El choque entre la vida de Jane y su room-mate Melissa con la existencia de Sadie, viuda y antisocial, es un contraste entre mundos y generaciones que por su sola enunciación justifica el largometraje. Más allá de eso, la fotografía, las actuaciones de Hemingway y Johnson y las escenas finales la convierten en un clásico moderno que, aunque recibió más atención que las obras anteriores de Baker, está muy subvalorado(3).
Sin perder el tiempo, Baker escribió el guión de su siguiente película a lo largo del 2013, mientras comenzaba a buscar actrices trans no profesionales para que la protagonizarán (las seleccionadas serían Mya Taylor y Kitana Kiki Rodriguez). En ese período el director se interesó en la posibilidad de filmar la película con iPhones, luego de ver una serie de experimentos cinematográficos en Vimeo. Con un presupuesto mínimo, actrices amateur y tres iPhone 5S, Sean Baker produjo “Tangerine”, un western moderno protagonizado por una prostituta trans que descubre que su novio (y proxeneta) la engaña con otra trabajadora sexual. Tangerine se convertiría en la primer película protagonizada por actrices trans en ser postulada para los Oscars, aunque no conseguiría ninguna nominación de la Academia. La falta de atención por parte de las grandes ceremonias de premios afectó la comercialización de Tangerine, que de todas formas fue un éxito relativo: fue producida con cien mil dólares y recaudó unos novecientos mil. Baker ha expresado que le resulta incómoda la idea de filmar películas con mucho presupuesto ya que le parece hipócrita buscar representar las vidas de gente pobre mientras uno gasta millones de dólares en producir un film. Por otra parte, aunque Baker sigue entusiasmado con la posibilidad de hacer cine con smartphones (al mismo tiempo que aborrece la grabación digital), se ha mostrado disconforme con los resultados de su film debido a que asegura que ahora todos los productores con los que habla pretenden que grabe todo con el mínimo presupuesto posible.
El presupuesto sería problema a la hora de encarar su siguiente trabajo: “The Florida Project”. La idea de filmar en 35mm, abandonando cualquier perspectiva de hacer uso de las más económicas filmadoras digitales, requirió una magra inversión de dos millones de dólares para realizar un guión protagonizado por Moonee (Brooklynn Prince), una niña de seis años que vive en un motel con su joven madre Halley (Bria Vinaite). La película muestra la periferia de pobreza, drogas y abandono estatal que crece en los alrededores de los parques de Walt Disney, adentrándose en un oscuro mundo de marginalidad que es visto a través de los inocentes pero sagaces ojos de Moonee. Pocas películas han desnudado de forma tan demoledora el american dream.
“The Florida Project” recaudó once millones de dólares, principalmente por la atención que la crítica y las ceremonias de premios le otorgaron a la actuación secundaria de William Dafoe, quien interpreta al dueño del motel y figura paternal de Moonee (y Halley). Pero, más allá del guión, las actuaciones y la cinematografía, el elemento más interesante de la película (e incluso, puede, el más interesante de la obra de Sean Baker) se encuentra en una anécdota de producción.
Los minutos finales de la película necesitaban rodarse dentro del parque Magic Kingdom, lo cual no estaba permitido, y Baker se internó en el parque junto a un par de miembros del equipo y las muy jóvenes actrices Prince y Valeria Cotto. La breve secuencia fue filmada con un iPhone S6 Plus a escondidas de la seguridad del parque.
No quiero arruinar el final completamente pero puedo citar al director en una entrevista: “si quieren un final feliz van a tener que adentrarse en la cabeza de un niño porque, aquí, esa es la única forma de conseguirlo”.
“The Florida Project” no está sola. Es bastante común no poder encontrar un final feliz por fuera del maquinado en la imaginación de un niño.
(1) Esto sería porque, según él, editar es el momento más aburrido de filmar una película.
(2) Son muy pocas las películas no pornográficas que hacen uso de escenas de sexo real. Posiblemente la más importante sea la demoledora (pero extensa) “Nymphomaniac” de Lars Von Trier.
(3) La subvaloración de “Starlet” es excusable por su contenido sexual, que la vuelve difícil de proyectar frente a audiencias. Quizás sea un film a revalorizarse dentro de veinte años, bajo costumbres culturales muy distintas.