
Por Pablo Américo
La trayectoria de Mariano Narodowsi es larga. Habiendo más de una quincena de libros con su firma, muchos de ellos éxitos editoriales u “obras de culto” dentro del mundo académico, el autor no sólo es reconocido por su labor como pedagogo e investigador sino también por su lugar como divulgador y su breve paso por la política (como Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires entre 2007 y 2009, cargo que ejerció sin estar exento de polémicas). Es en este último sector del vértice, el que cruza la divulgación y la política, el lugar donde se debe ubicar la última obra de Narodowski, titulada “El Colapso de la Educación”.
A lo largo de un poco más de doscientas páginas, haciendo uso más de la retórica (y la ironía) que de la rigurosidad académica, el autor trata de hacer accesible para cualquiera su tesis catastrófica: la política pública argentina más exitosa en décadas es la privatización de la educación. De manera subsidiaria a esta teoría central, se dedica a desmitificar muchos de los sentidos comunes sobre la educación pública y privada que forman parte de la opinión pública y el discurso político de las últimas décadas.
Hacia el final del libro, Narodowski confiesa que esta obra es su “último intento”. Se presenta como una voz solitaria, una Casandra que intenta convencer a todos de la inminente catástrofe que se aproxima y no logra ser escuchada por nadie. Al mismo tiempo, hace un pequeño mea culpa, reconociendo su “culpabilidad” como parte de la elite política, habiendo hecho un breve paso por la gestión temprana de Mauricio Macri. Ese momento de “confesión” es rápidamente matizado por anécdotas que desplazan la cuestión hacia otros lugares.
El mensaje político del libro se torna demasiado evidente, a pesar de que Narodowski nunca se atreve a declararlo por completo (aunque una repasada por su cuenta de Twitter confirmaría cualquier sospecha). Aunque el proceso de privatización que describe, según él, comenzó durante los años 60, el autor se propone no solo derrumbar cualquier ilusión de los “progres” (así los llama) sobre las políticas de educación “anti-neoliberales” sino que además señala que el proceso se aceleró como nunca antes a partir del 2003. En uno de los momentos menos lúcidos del libro, decide hacer una comparación metafórica entre la Masacre de Once, el tren Sarmiento y la educación pública argentina.
Todo este preámbulo previo a la disección y comentario del libro es simplemente una puesta en contexto. No es esta una reseña negativa, sino la advertencia que le hace falta el libro. Entiendo que la comunidad académica pondera el lugar desde el cual escribe Narodowski, pero los objetivos de divulgación que tiene el libro hacen que sea necesario resaltar antes que nada el carácter fuertemente político de la obra. Y esto, vuelvo a repetir, no es necesariamente algo malo.
En algún sentido, “El Colapso de la Educación” es el “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano” (Mendoza, Montaner y Vargas Llosa, 1996) con respecto al “Las Venas Abiertas de América Latina” (Galeano, 1971) que representa “Educar Para el Mercado” (Filmus comp., 2017).
En algún sentido, el libro funciona realizando una operación similar a la de “Mitomanías de la Educación Argentina” (Grimson y Fanfani, 2014), otro libro escrito desde el otro lado de la “grieta” y pensado para un público “amplio”. En cada capítulo Narodowski desarrolla alguno de los lugares comunes y las “frases hechas” que todos hemos escuchado sobre la educación nacional. En el Capítulo 1 resume la tesis central del libro bajo el descriptivo título “Privatización educativa: La política de Estado más exitosa de la historia”. Allí presenta la figura abstracta de “Jacinta Pichimahuida” para imaginar a las docentes de la “época de oro”, para luego proceder a hacer un breve recorrido histórico de la privatización de la educación argentina, centrado en finalmente poder desmembrar la “falacia de la defensa de la educación” durante la “década ganada”. Quizá el momento más interesante del capítulo se encuentre cuando señala el “rol comentarista” que el gobierno kirchnerista tomaba frente a los problemas educativos que diagnosticaba. Después analiza la situación particular en CABA, señalando la incapacidad de la gestión macrista en revertir las tendencias de “sangría de la matrícula pública” iniciadas durante la “gestión progresista”.
En el Capítulo 2, titulado de igual manera que el best-seller de José Natanson (“¿Por qué?”), Narodowsi argumenta con mucha lucidez sobre los efectos negativos de la huida de la clase media de la educación pública. A este abandono lo llama un “paraíso para políticos y sindicalistas”, argumentando que es la causa de la falta de relevancia de las problemáticas educativas en la agenda política. Sé que quizá no es el recurso más correcto, pero la idea, que él mismo llama “distópica”, fue resumida perfectamente en un twit reciente del autor:
“Un futuro en el que las escuelas públicas serán ámbitos brutalmente empobrecidos para mero control y contención de los pobres, a un clic de la tragedia. Ese es el final de las escuelas como las conocíamos” (1). Aunque sus ataques contra el sindicalismo y la clase política puedan parecer, desde lejos, como uno de esos tan gastados discursos “que se vayan todos” de la anti-política, las propuestas de Narodowski no pueden estar más lejos. En su visión, aunque el desastre sea catastrófico, un poco de voluntad política (y, como evidencia en el epilogo, un poquito de voluntad empresarial) podrían ser capaces de encauzar la situación nuevamente. Y para eso, según él, la vuelta de las clases medias a la educación pública es crucial.
En el Capítulo 3, bajo el paraguas de “la falacia de una escuela pública inclusiva”, el autor vuelve a dedicar sus esfuerzos a desarmar el discurso del gobierno kirchnerista sobre la educación pública. Conceptualiza un debate entre “progresistas” y “meritocráticos” (en el cual, según él, ambos bandos son hipócritas o están equivocados) al mismo tiempo que, sin admitirlo, fija un norte: la educación chilena. Al mismo tiempo que desmiente la idea de que durante el gobierno kirchnerista se llevó a que “todos pasen de año”, afirma que se mantuvo un sistema de exclusión cada vez más estructurado dentro del orden político. Se permite una esperanza: una serie de estadísticas le demuestras brechas en los números de abandono escolar durante el secundario (que no forma una curva claramente descendente), una “prueba” de que los argentinos son tenaces en sus intentos por educarse en un aparato diseñado para excluirlos (o, sin ni siquiera tener tanta intención, un aparato especializado en la inoperancia). En las últimas páginas del capítulo critica los planes para “terminar el secundario” y lo que él llama un “fetiche por la educación inicial”.
En el Capítulo 4, con el debate sobre la calidad de la educación privada y pública, se expresa como nunca antes la intención didáctica del libro. Lamentablemente, Narodowsi vuelve a caer pronto en la poco original (y algo misógina) metáfora de las pruebas PISA como vedettes (a las que luego llama “botineras”, sin llegar a atreverse a hablar de prostitutas) (2). Dejando de lado este cliché metafórico argentino, la operación didáctica que realiza el autor es satisfactoria. Destacan la explicación sobre las “cuatro definiciones diferentes de calidad de la educación” y desenmascara el uso político de los resultados de los tests internacionales (al mismo tiempo que los considera útiles para el trazado de políticas educativas). Una de las denuncias más relevantes del libro, y de notoria contemporaneidad al día de hoy (3), aparece con la exposición de la falta total de acceso a datos por parte del público sobre la educación argentina. Al mismo tiempo que explica y argumenta, Narodowski incita a hacer y traza planes de acción (que culminaran con su propuesta política en la página 222). El tono de a momentos se torna chicanero, en especial por la insistencia en el término “progres” e incluso la mención de un “funcionario cuyo nombre no quiere recordar”. Da la impresión de qué, a medida que avanza, el autor entra “en confianza” y va tornando cada vez más informal al texto.
En la pagina 123 termina de “desnudarse” y realiza una cita a un libro de autoayuda (“Outliers” de Malcolm Gladwell), obra a la que va a volver a referirse más tarde, en un vicio típico del sector político al que pertenece (todo esto entrando al Capitulo 5, donde se planta desde la “calidad” para atacar a la “cantidad”). Para la pagina 128 ya ha perdido todo decoro y habla abiertamente de “cultura del esfuerzo”. No señaló estos momentos maliciosamente como una crítica, el mismo Narodowsi se expone desde un principio como participante del “macrismo temprano” y muy evidentemente concentra su ataque en la sección progresista de la dicotomía progresismo-meritocracia que él mismo elabora. Faltan voces de divulgación masiva tan inteligentes como Mariano Narodowsi que defiendan este tipo de perspectivas. Su trabajo es más que bienvenido, a mi parecer, pero para entenderlo hay que “ubicar en el mapa” a su autor. Eso es parte del sentido mismo de la obra.
A lo largo del Capítulo 6 se realiza un confuso “Adiós a Sarmiento” en el que se propone olvidar al prócer porque se considera a su figura como algo indiscutible e irrepetible históricamente, siendo un sinsentido intentar imitarlo o derrocarlo. No resulta una propuesta muy fértil ni convincente, al mismo tiempo que marca el inicio de un “declive” en la vitalidad y fortaleza del libro (en su función como ensayo argumentativo y político). Quizá los elementos más interesantes del capítulo se encuentren en la pregunta por “¿Cuándo se desgarró la escuela pública?” (la respuesta: un proceso que se inició durante la presidencia Frondizi y se acrecentó exponencialmente con cada década). La “originalidad” reside en marcar un mayor accionar estatal durante los años menemistas, a pesar de la implementación de la “pedagogía fashion”, frente a la desolación total que representa “la era K” (todo esto sin hacer ni una sola mención a los dos años de gobierno de Fernando de la Rúa). Hacia el final de la página 157, resume bastante bien la argumentación del libro (casi mejor que en su twit anteriormente citado):
“Fue con el kirchnerismo que se consolidó la concepción de una escuela pública empobrecida para pobres y la de la escuela privada como el reducto donde la clase media busca su salvación.
Insisto con esto: es cierto que la tendencia privatizadora es muy anterior al kirchnerismo, como vimos, pero desde 2003, la lógica más perversa de la resignación terminó con toda iniciativa de cambio y pulverizó la esperanza de mejorar.
Llegamos al punto en el que –desde entrevistas en medios hasta en reuniones académicas- empecé a insistir con una pregunta incómoda: ¿realmente queremos mejorar la educación?”.
Al final del capítulo pone sus garras en el que parece ser el mayor enemigo: el Estatuto Docente. Se dedica a desmenuzarlo en el siguiente apartado (titulado “Ser maestro: la docencia argentina en el laberinto de la educación pública”) donde el breve recorrido de su carrera (narrado con aires de romance meritocrático) sirve como excusa para criticar al estatuto, al sistema de puntos, los “docentes de escritorio” y las distintas (y, según él, fracasadas) leyes de educación de los últimos dos gobiernos peronistas. En la página 180, cerrando el Capítulo 7, Narodowski cita a Daniel Filmus y realiza una afirmación que sirve como clave para entender la obra: existe una parálisis de la política para concretar los consensos técnicos de la comunidad de expertos. En esta operación, el autor claramente se ubica en la comunidad de expertos consensuados, y se distancia de cualquier grupo de políticos paralizados.
En el Capítulo 8 invoca a “Clementina” (su maestra de primaria), una docente de la “edad de oro” que acostumbraba a pegar coscorrones y cachetazos a los alumnos cuando ya esto no era costumbre y que no poseía ningún tipo de formación profesional en pedagogía. Según el autor, Clementina era una “heredera contumaz de los mejores tiempos”, y se hace uso de su tipificación para señalar la inutilidad de los “docentes de antes” en la escuela de hoy. Así, los años dorados son una “falacia que condiciona”, en un contexto en el que el discurso político insiste con “Mitificar al pasado y estereotipar el presente”. También se ocupa de desmembrar al “docente héroe” de los medios de comunicación y afirma: “No se necesita una docencia hecha de héroes. Se necesitan políticas educativas que transformen la organización del trabajo escolar y docente en las escuelas públicas” (paginas 193-194).
Narodowski cierra el libro con un capítulo 9 dedicado más a la argumentación retórica que a cualquier intención científica (no señalo esto como critica, en cualquier caso me parece una virtud). Relata pormenores de su lugar como ministro (a los que vuelve en el epilogo, “Para el lector, mi advertencia”). Finalmente, jugando al Manifiesto, presenta una propuesta en siete puntos para “recuperar la escuela pública e iniciar un camino prometedor de mejora educativa”, en el que se resumen planteos hechos anteriormente y cuyo juicio, a mi parecer, solo podría ser realizado por verdaderos expertos en el área.
El autor dice que este es su “último intento” de cambiar las cosas. Sin embargo, y a pesar de que se muestra implacable y con ánimos de no dejar a nadie indiferente, da la sensación de que el pedagogo no se gastó todas sus balas. Aún.
(1) Narodowsi, M. 4 de agosto del 2017. Recuperado de:
Un futuro en el que las escuelas públicas serán ámbitos brutalmente empobrecidos para mero control y contención de los pobres, a un clic de la tragedia.
Ese es el final de las escuelas como las conocíamos.— Aceleredu (@aceleredu) August 4, 2018
(2) Este pequeño detalle, que señaló por corrección política, es la punta del iceberg de un pequeño problema que atraviesa el libro: ¿a quién está dirigido? En un principio pensé que Narodowski le hablaba a sus contemporáneos, buscando convencerlos de su tesis e invitarlos a cambiar la mirada sobre la educación, no estando dirigido el texto a quienes hemos transitado la educación primaria y secundaria bajo las consecuencias de las políticas aquí descritas. Sin embargo, los capítulos siguientes, y sobre todo hacia el final, me hacen pensar en destinatarios mucho más jóvenes y cercanos a mi rango etario, lo que se hace evidente en la página 108 cuando cuenta como curiosidad la intervención del presidente Menem en el operativo ONE y su frase sobre los cohetes a la estratosfera. Ese discurso es un meme en redes sociales conocido por todos los sub25, por lo que me queda la pregunta: ¿a qué tipo de lector está escribiendo Narodowski?
(3) Muy al pasar se menciona que no hay datos sobre cuáles escuelas privadas son subvencionadas por el estado y cuáles no, así como si son religiosas o no. Este tema está cobrando relevancia en los medios las últimas semanas.