Cita: Filidoro, N. (2019) “La pasión por la llamada Educación Emocional. El poder del control y el control de poder”, En Revista Deceducando, Edición DigitalNúmero 6: Sobre el discurso de las emociones en la escena escolar contemporánea. Artículos, ensayos. Buenos Aires: Ediciones Deceducando. 

por Norma Filidoro

Hasta el  15 de septiembre de 2019 se registran cinco proyectos de ley referidos a “Educación Emocional” con estado parlamentario[1]. Fueron presentados entre diciembre de 2016 y agosto de 2019. Algunos proyectos apuntan a modificar la Ley de Educación Nacional N° 26.206, mientras que otros a la creación de leyes específicas o programas. 

El debate está abierto y parece ineludible, pero para que los intercambios y las discusiones necesarias provoquen pensamiento y conocimientos que nos permitan discernir y tomar decisiones, es necesario eludir la simplificación del binarismo “educación emocional sí / educación emocional no”. Cuando los proyectos la presentan, y así lo hacen, como el camino para resolver problemas, tales como el crecimiento de la violencia social, el consumo de drogas y alcohol, el consumismo, el delito, el abuso, el culto a la imagen, la bulimia, la anorexia y el bullying[2], oponerse a su implementación requiere desmontar una lógica perversa metiéndose en ella. Sostengo que no hay salida posible si no asumimos el riesgo de quedar atrapados en aquello que queremos desmontar. 

Para comenzar, preguntarnos a qué llamamos emociones en este contexto (ya que no se trata del sentido común) y, en segundo lugar, qué es lo que pretendemos hacer con ellas al educarlas, ya no en el ámbito familiar, sino en el escolar extra-familiar. 

En cuanto a la primera cuestión, desde Aristóteles en adelante, filósofos, sociólogos y psicólogos se han ocupado de las emociones. Comprender un pequeño recorte de lo conceptualizado en los diferentes campos del conocimiento y por cada corriente de pensamiento sería un buen modo de comenzar a andar este camino. O sea, el primer paso sería convocar a filósofos, historiadores, sociólogos, psicólogos, de diversas corrientes y orientaciones para discutir qué decimos cuando decimos “emociones”.

Como ejemplo de la variedad de respuestas posibles, los invito a escribir la palabra “emociones” en el buscador de google: ¡aparecen 81 millones de entradas en 45 décimas de segundo! Para que tengamos una idea aproximada, con la entrada de “gripe” aparecen 52 millones, y si la entrada es “subjetividad”, son solo 5 millones. Podemos pensar las emociones con Sartre y su Bosquejo para una teoría de las emociones (2015), pero también las podemos pensar con el CIE-10, a partir de su F90-98 (1992), que agrupa los Trastornos del comportamiento y de las emociones de comienzo habitual en la infancia y adolescencia. Podemos pensar las emociones con Spinoza (2013), continuar con Damasio siguiendo a Spinoza (2005), o podemos pensar en términos de amígdala, corteza pre-frontal y de cómo activar el hemisferio correspondiente para ser felices o no sentir miedo o ira (Sanchez Navarro, J. y Román, 2004) .

La emoción contiene dos elementos distintos: por un lado, las descargas de energía física y,  por otrociertos sentimientos. Hay variedad infinita de versiones y listas de sentimientos, pero nos quedamos con los más “cotidianos”: sorpresa, asco, tristeza, ira, alegría, miedo. Otros agregan: amor, confianza, interés… En fin, hay miles de listas por recorrer. En todo caso, tenemos que la emoción es “clara” en tanto fenómeno de la conciencia, pero esa claridad (estoy triste, me da asco, estoy enojada) es también engañosa en tanto desconocemos su origen: no sé porqué el brócoli me da asco, ni porqué esa música me alegra o me entristece.

Por otro lado, las emociones tienen una función: el miedo que siento frente a una situación o a una persona me permite alejarme de un potencial peligro aunque desconozca en qué sentido esa persona o esa situación son peligrosos para mí. Lo que nos debe quedar claro es que, por ejemplo, lo peligroso puede serlo para uno y no para todos ni para cualquiera. O sea, solo yo sé si está bien (para mi bien y no para el de todos) enfurecer y atacar, o tener miedo y huir. Puede que de esa decisión (atacar o huir) tomada a partir de una emoción (furia o miedo) dependa mi vida o la condición en la que tendré que vivirla de allí en adelante.

¿Quién decide, entonces, lo que es bueno para el otro? ¿Un programa de Educación Emocional? Aún en el caso de los niños y niñas: ¿quién decide si deben o no tener miedo de ese señor o esa señora que los quiere tanto? ¿Quiero que a mi hija la eduquen emocionalmente para controlar sus emociones, su enojo, su odio, su asco hacia quien pudiera dañarla? 

Y es en este sentido que considero que hacer entrar a las emociones en un programa educativo que las estandarice, podría resultar, al menos, riesgoso. Y que sería temerario comprar irreflexivamente la idea de que controlar las emociones será bueno para todos y todas. En principio, porque parece que, en cuestión de emociones, no son las mismas razones (políticas, sociales, históricas o económicas) las que nos hacen felices a todos y todas. 

Durante mucho tiempo, las emociones fueron relegadas, consideradas de menor valor. De allí que las mujeres siempre hayan sido, como todos  saben, emocionales. Lo relevante era la razón que asiste, como todos sabían, a los hombres, que son, como sabemos, racionales. Sin embargo, a medida que se fue entendiendo que las emociones direccionan las decisiones tanto o más que la razón, se fueron tornando importantes, interesantes, queribles y, sobre todo, apropiables. Y en eso estamos: individuos, grupos, corporaciones y asociaciones reclaman ser sus dueños y afirman saber qué hacer con ellas para el bien, dicen, de todos y todas. 

Parece que educar las emociones tiene que ver con el control… una especie de bluetooth para decisiones. Podría ser que educar emociones sea también una especie de control (remoto) de las decisiones. Lo que no queda claro es si cada uno controlaría su propia decisión, o si uno o una controlaría la de todos y todas. Lo que tampoco queda claro es quién decidiría el sentido, la direccionalidad de ese control ¿Tendrá algo que ver con eso que llaman “psicopolítica”? Si el régimen disciplinario se organizaba como cuerpo, el régimen liberal se organiza como alma, dice Han (2014): la motivación, el auto-control, el proyecto, la sana competencia con uno mismo, la creatividad, la optimización, la superación, son todos ellos inherentes a los modos de dominación propios del neoliberalismo que ejerce el poder bajo la forma del consenso. De allí la apelación a lo científico como verdad suprema e inapelable. Seguramente van a aparecer muy rápidamente consensos mundiales sobre la educación emocional y estudios que demuestren su eficacia científicamente.

Ya no se trata de controlar los cuerpos o de controlar la vida (biopoder), ahora se trata de la captura de la subjetividad: producir hombres y mujeres emprendedores, endeudados y felices. Jorge Alemán (2016) dice que lo que tenemos que discutir es qué es lo que merece ser conservado: allí nos vamos a encontrar con todo aquello que preservamos de la lógica del capital, aquello que no entregamos, que no cedemos para que sea producido como mercancía. A lo mejor, las emociones son parte de eso que no deberíamos entregar al mercado, a los programas de educación y re-educación. 

Las emociones entre lo individual y lo comunitario

Sin embargo, no debería preocuparnos tanto que las leyes sean promovidas por los mismos colectivos (en general Fundaciones) que, en sus páginas web, venden libros, cursos y entrenamientos[3] por igual para empresas y escuelas, sino que, en esas páginas y en esas leyes, se suponga (o se nos quiera hacer creer) que la violencia, la depresión o los consumos problemáticos tienen como agente, como responsable, al individuo y, claro, a sus aún no educadas emociones. Como diría Ramón Carrillo, frente a la violencia de la pobreza, frente a la exclusión, frente a la salud y la educación devenidas mercancía, frente a la exigencia de ser siempre capaz de más, de ir a un rendimiento que vaya más allá del vivir (Aleman, op. Cit.), las emociones no solo son unas pobres causas, sino que aún, quizás, constituyan parte de ese tesoro inexpropiable que debamos defender. Por eso, hasta nuevo aviso, a mis  emociones, las quiero maleducadas.  

Hoy el mercado nos ofrece “estrategias adaptativas de regulación emocional” entre las que se destaca el Mindfulness[4], que significa prestar atención, de manera deliberada, exclusivamente en el momento presente y sin juzgar: te ayuda a minimizar el impacto negativo de una crisis y, por supuesto, a mantenerte productivo y competitivo. Al respecto, Silva[5] afirma[6] que el Mindfulness es un mensaje de libertad abducido por un entramado de dominación. Pensemos: prestar atención de manera deliberada, exclusivamente al momento presente, nos deja sin pasado y sin futuro. El eterno presente de Un mundo feliz (Huxley, 2014) que impide la toma de conciencia de las raíces, de los desajustes y de los conflictos. 

Uno de los proyectos de ley menciona al Dr Rafael Bisquerra, quien también aparece apoyando la ley de Educación Emocional en Neuquén: ¡¡¡Sí se puede!!![7], nos dice, aunque no quede muy claro qué. En su página web personal[8], Bisquerra ofrece un ejemplo de este modelo centrado en lo individual antes que en lo social y relacional. Allí presenta lo que llama “la técnica de la tortuga”[9]. La técnica empieza con un cuento que muestra a una tortuguita a la que le gusta mucho mirar televisión, pero no así ir a la escuela. Me detengo aquí: donde muchos pensaríamos en términos de las condiciones epocales para la subjetivación, en términos de medios (lo que ubica una dimensión política), el texto solo refiere (responsabiliza) a una pantalla (televisión) y a la decisión individual de un niño. No hay comunidad, no hay historia, no hay condiciones sociales. ¡Claro! no es un niño, ¡es una tortuga! Allí donde algunos nos preguntaríamos qué pasa con la escuela y con las condiciones de enseñanza, el cuento vuelve a poner el acento en el sujeto (devenido tortuga) y su (no) interés (nada de la escuela le interesa, solo quiere ver televisión). 

El cuento sigue: resulta que los compañeros la molestaban y ella se enojaba tanto que terminaba peleando e insultando “hasta tal punto que después sus amigas la excluían de los juegos”, lo que entristece a la tortuguita que no puede controlarse. Allí donde muchos nos preguntaríamos qué les pasa a esos otros que la molestan, aquí, el problema recae sobre el sujeto que no controla sus emociones. No importa si tienen razón o no en enfurecer, no importa si termina insultando porque allí no hay adultos que cuiden y acompañen. La tortuguita tiene un problema con el control de las emociones.  

Seguimos[10], nuestra tortuguita, emocionalmente trastornada, encuentra a una tortuga mayor que le enseña que la solución está dentro suyo, que bastará con que se meta dentro de su caparazón para poder controlarse y calmarse. Mindfulness. Esto es lo que debemos pensar: si se trata del control individual de la emoción, si se trata de que cada uno y cada una se meta dentro de su caparazón, si se trata de respirar profundo, o si se trata de que lo que queremos es reunirnos con otros y otras que piensan, hacen, creen diferente, para poner a trabajar los conflictos que constituyen lo esencial del ser humano. Porque ser humano es haber perdido el instinto propio del viviente, es vivir desajustado respecto del objeto de la necesidad, es preguntarnos qué queremos, porqué y para qué. Y, en ese juntarnos, encontrarnos y desencontrarnos, acercarnos y alejarnos, acordar y disentir, y sentir asco y amar, y entristecernos y sentir que hay cosas que nos enojan mucho hasta hacernos insultar, y otras que nos hacen ser felices de a ratos. 

El cuento tiene un final triste, muy triste: un día, la vuelven a molestar, pero esta vez, ella se mete en su caparazón y respira profundo; cuando sale, observa que su maestra le sonríe. La soledad de la tortuguita me produjo tristeza, la sonrisa de la maestra me dio asco y me produjo tanto enojo que insulté. Mejor me voy a respirar profundo un rato. 

Salud Mental y economía

Entonces, claro que no se trata de que la educación emocional no existe. Existe, está ahí y no se desmonta por la crítica. Hacen falta acciones que pongan de relieve el riesgo de que alguien (¿quién?) decida qué hacer con las emociones de los niños y las niñas, de la maestras y los maestros, de los padres y las madres, de los ciudadanos y ciudadanas en general. Porque lo que ocultan los proyectos de ley de Educación Emocional es que, necesariamente, conllevan una ideología. Ocultan la dimensión política y se ofrece como solución (irresistible) a los prejuicios discriminatorios, la violencia social, el consumo de drogas y alcohol, el delito, el abuso, la bulimia, la anorexia y el bullying. 

Hay que tomar los proyectos de ley y estudiarlos, pensarlos, debatirlos. Hay que entrar a las escuelas y acompañar a los docentes con respuestas y propuestas. Si les vamos a decir que “la tortuguita no”, hay que poder ofrecer algo en su lugar; hay que escuchar y responder a las familias, los padres, las madres, las figuras de crianza preocupados legítimamente por las condiciones histórico-sociales en que les ha tocado criar y educar a sus hijos e hijas.  

El proyecto de ley de educación emocional, S-4201/18[11], fundamenta su proyecto en el planteo que la Organización Mundial de la Salud (OSM) realiza en su Plan de acción en Salud Mental (2013-2020)[12]. Merece la pena leerlo: de entrada (pag. 7) nos recuerda que “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social” que puede verse afectada por una serie de factores socio-económicos, que tienen que abordarse mediante estrategias integrales de promoción, prevención, tratamiento y recuperación que impliquen a todo el gobierno.

Dos cuestiones: la primera es que, en nuestro país, existe desde 2010, una Ley de Salud Mental[13], cuyo cumplimiento dista mucho de ser efectivo. Quizás valdría la pena comenzar por hacer efectivas las buenas leyes que tenemos. La segunda es la OSM, que señala que la salud tiene que ver con el bienestar físico, metal y social. La salud mental tiene que ver con tener satisfechas necesidades fundamentales mediante al acceso a las oportunidades y servicios sociales. La salud tiene afinidad con la tranquilidad de la vida cotidiana, producto de la garantía efectiva de los derechos: se trata de derechos colectivos y sociales. 

Quizás la economía tenga algo que ver con la Salud Mental, es decir, con lo que los proyectos de ley de Educación Emocional pretenden resolver. Podría ser que los prejuicios discriminatorios, la violencia social, el consumo de drogas y alcohol, el delito, el abuso, la bulimia, la anorexia y el bullying tuvieran algo que ver con ese orden mundial y nacional que hace que, durante 2018, las 26 personas más ricas del planeta acumularan una fortuna equivalente a la de los 3.800 millones de personas que conforman la mitad más pobre de la población mundial[14]. Hay 26 personas que tienen lo mismo que 3.800 millones. Un informe de Oxfam[15] estima que la riqueza apropiada por los billonarios de todo el mundo creció en 900.000 millones de dólares durante 2018. Las cifras equivalen a 75.000 millones de dólares por mes, 2.500 millones de dólares diarios, 104 millones de dólares cada hora o 1,7 millones por minuto. Según la ONU, esta situación está directamente relacionada con la Salud Mental. Y no parece que vaya a resolverse con tortuguitas.  

Volvamos al documento Plan de acción en Salud Mental (2013-2020) que cita el proyecto de ley S-4201/18. El citado plan dice, respecto de los niños: “Con respecto a los niños, se hace hincapié en los aspectos del desarrollo, como el sentido positivo de la identidad, la capacidad para gestionar los pensamientos y emociones, así como para crear relaciones sociales, o la aptitud para aprender y adquirir una educación que en última instancia los capacitará para participar activamente en la sociedad”. Habla de gestión y no de educación de las emociones: gestionar es llevar adelante un proyecto, conducir una situación problemática. La actual ley de educación nacional abre todas las posibilidades para acompañar a los niños y niñas en la gestión de sus pensamientos y sus emociones. ¿O será que también nos propondrán una ley de Educación de los pensamientos?

Life skills 

En la fundamentación del proyecto de ley de educación emocional (S-4201/18), se hace referencia a las “habilidades para la vida” y nos aclara, entre paréntesis, que se trata de las “life skills”. No dice para la vida de quién. Tampoco aclara si todos necesitamos las mismas habilidades. En fin, cuando intentamos averiguar de qué tratan, encontramos una fundamental: “el pensamiento positivo”. Hay libros, cursos, tutoriales, videos, ONG’s, todos dedicados al pensamiento positivo. Investigando sobre el tema, encontramos que la idea de actitud mental positiva tiene su origen en un libro de Napoleón Hill, publicado en 1937, titulado Think and grow rich. Para escribir este libro, el autor entrevistó a las 500 familias más ricas de los Estados Unidos, quienes le revelaron el secreto del origen de su fortuna. Se considera que este libro inicia lo que hoy conocemos como “libros de auto-ayuda”. 

Así nos trata el pensamiento positivo[16]:

  • Saber vivir es hacer lo mejor que podemos, con lo que tenemos, en el momento que estamos. O sea, nada de luchas sociales. Nada de historia. Sin futuro. 
  • En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser (y quizás nunca seremos). Traducción: conformate con lo que te tocó. 
  • La actitud es el pincel con que pintamos nuestra vida y somos nosotros los que elegimos los colores. Se eliminan las condiciones sociales que ponen todos los colores posibles a disposición de unos, y dos o tres para otros (con suerte). 
  • Una persona madura es aquella que no exige, sino que prefiere. Algo así como “Preferiría tener un sueldo digno” y ya.
  • Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos. No se pelea por cambiar el sistema: es cuestión de adaptarse (control emocional).

La lista sería interminable, sin duda todos hemos recibidos alguno de estos mensajes por WhatsApp o en algún correo electrónico de algún amigo o amiga bien intencionados. Es que la educación emocional ya empezó, y no hay ley que nos ampare. 

Para finalizar, les regalo una cita del texto breve de Rafael Gagliano[17](2019), ¨Pedagogía, imaginarios, médicos y educación ‘emoji-onal’”[18]publicado por el Observatorio Participativo de Políticas Públicas en Educación (OPPPEd)[19], del Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la Facultad, que dice lo siguiente:  

Todo lo que tiene potencial de negocio es visto por el mercado con mucha anticipación. Nada hacía pensar a Shigetaka Kurita, inventor de los emojis en 1999, que sus pictogramas inspirados en el manga se iban a constituir en el vehículo de una educación emocional básica de un mundo globalizado. Existen en la actualidad 3019 emojis distribuidos en diez categorías. La educación emocional tiene mucho hoy de experiencia emojional. En ninguna tradición del pensamiento crítico humanista, se señala que la simplificación de lo complejo contribuya a la verdad y la justicia de los vínculos humanos. No obstante, se impone con fuerza exponencial, la normalización de la comunicación afectiva a través del uso indiscriminado de emoticones. Los niños aprenden las emociones básicas mirando emoticones y olvidando que la verdadera alfabetización emocional básica acontece con la lectura constante del rostro del otro humano.


[1]https://dequesetrata.com.ar/proyectos?q=educaci%C3%B3n-emocional&sort=relevancia&sort_direction=desc

[2] //www.senado.gob.ar/parlamentario/parlamentaria/414010/downloadPdf  

[3] A modo de ejemplo, pueden ver en https://fundacioneducacionemocional.org/

[4] Mindfulness: ¿Remanso para la mente ansiosa? Por Carlos Maslaton. Recuperado el 6/junio/19 de https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/mindfulness-recetas-estres-espiritual_0_ERuhpnMya.html

[5] Ver cv recuperado el 7/junio/19 de https://lugardelzen.blogspot.com/2009/10/curriculum-vitae.html

[6] Mindfulness, sociología y zen. Por Alberto Silva. Recuperado el 7/junio/19 de https://www.revistaotraparte.com/discusion/mindfulness-sociologia-y-zen/

[7]https://www.facebook.com/EducacionEmocionalNeuquen/posts/814035105631763/Recuperado el 15/sep/19.

[8] http://www.rafaelbisquerra.com/es/

[9] http://www.rafaelbisquerra.com/es/biografia/publicaciones/articulos/128-tecnica-tortuga.htmlrecuperado: 15/sep/19.

[10] http://www.rafaelbisquerra.com/es/biografia/publicaciones/articulos/128-tecnica-tortuga/273-el-cuento-de-la-tortuga.html

[11] https://www.senado.gob.ar/parlamentario/parlamentaria/414010/downloadPdf

[12]https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/97488/9789243506029_spa.pdf;jsessionid=D2B0D91FD3173B8C45E2CBE8B985FAAA?sequence=1

[13] http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/175000-179999/175977/norma.htm

[14] https://www.pagina12.com.ar/169784-los-que-ganan-fortunas-con-la-crisis

[15] https://www.oxfam.org/es

[16] https://www.pensamientopositivo.org/

[17] Profesor de Historia. Docente e investigador IICE-UBA. Docente e investigador UNIPE.

[18] http://iice.institutos.filo.uba.ar/sites/iice.institutos.filo.uba.ar/files/Gagliano.pdf

[19] El OPPPEd pertenece al Instituto de Investigaciones en Ciencias de la Educación de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA.


bibliografía

Alemán, J. (2016) “Subjetividades, política y procesos emancipatorios en Latinoamérica” [Conferencia]. En Oficios Terrestres (N.° 34), pp. 65-73, enero-junio 2016. ISSN 1853-3248. Universidad Nacional de La Plata La Plata | Buenos Aires | Argentina. Recuperado el 7/junio/2019 de http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/55749/Versi%C3%B3n_en_PDF.pdf-PDFA.pdf?sequence=1&isAllowed=y. Damasio, A (2005) En busca de Spinoza, Barcelona: Crítica. Disponible en http://gredos.org/Varios/Damasio%20Antonio%20-%20En%20Busca%20De%20Spinoza.pdf.

Han, Byung-Chul (2014) Psicopolítica, Buenos Aires, Herder.

Hill, N. (2013) Piense y hágase rico, Madrid: Obelisco. 

O.M.S.: CIE-10 (1992) “Trastornos Mentales y del Comportamiento. Décima Revisión de la Clasificación Internacional de las Enfermedades. Descripciones Clínicas y pautas para el diagnóstico”. Organización Mundial de la Salud, Ginebra.

Sanchez Navarro, J. y Román, F. (2004) “Amígdala, corteza pre-frontal y especialización hemisférica en la experiencia y expresión emocional”. En Anales de psicología, vol. 20, Nº 2 (diciembre), 223-240. Universidad de Murcia.

Sartre, JP (2015) Bosquejo de una teoría de las emociones, Madrid: Alianza.

Spinoza, B (2013) Tratado político, Madrid: Alianza.

Norma Filidoro: Licenciada en Ciencias de la Educacion (UBA); Magister en Psicopedagogía Clínica (Universidad de León); Supervisora de Equipos de Psicopedagogía de Hospitales y Centros de Salud Comunitaria de la Argentina; Docente regular de la UBA a cargo de Teoría y Técnica del Diagnóstico Psicopedagógico; docente de posgrados en Universidades del país y del exterior. 

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