Pablo Américo
Staff editorial

Por Pablo Américo

Tenía pensado escribir este artículo para la semana anterior a los Oscars pero la ceremonia se ha vuelto tan irrelevante(1) que ni siquiera me enteré de que se celebraban el domingo pasado. Todos los años me gusta jugar a imaginar una ceremonia paralela, con películas que merezcan ganar los premios más que las que están nominadas (esforzándome en específico por encontrar reemplazos para las películas elegidas por la Academia que sí me gustan). No es nada que se me haya ocurrido a mí e incluso existe un término para denominar a estas películas ignoradas por la ceremonia más importante del cine: Oscar snubs (algo así como “los desatendidos por los Oscar”). Durante el resto de este artículo me voy a dedicar a comentar cine estrenado durante el año pasado que me parezca más interesante que una película en blanco y negro sobre un chófer negro que se hace amigo de un multimillonario blanco, o al revés, o todo eso pero en color y con un tema de Lady Gaga. Por motivos de logística (e ignorancia) me voy a remitir al cine anglosajón, que ocupa el lugar central de los premios Oscar, sin poder comentar sobre la categoría “Mejor Cine Extranjero”, quizá la más polémica y mentirosa de todas(2).

Por empezar, ya he escrito anteriormente(3) sobre una película que todos consideraban digna de ser nominada a los Premios Oscar: Hereditary. El año pasado, la excelente “Get Out” había conseguido varias nominaciones en “categorías respetables” (llevándose el premio al Mejor Guión Original), lo que para muchos había anunciado la entrada del cine de terror a la Academia. Juzgando por los resultados de este año, el único motivo por el que Get Out consiguió sus nominaciones fue por su tratamiento excéntrico de la cuestión racial, el nuevo fetiche culposo de los hollywoodenses. Es una pena que un género cultivado por algunos de los directores más relevantes de la historia del cine (Kubrick, Hitchcock y, desde cierta perspectiva, Tarkovsky, por nombrar a algunos) sea ignorado todos los años por los paladares atontados a base de biopics de los miembros de la Academia. En este caso en particular, es una pena que haya pasado de largo la excelente actuación protagónica de Toni Colette y la remarcable dirección de Ari Aster, un director debutante(4). Una película que puede volverse a ver múltiples veces sin perder la tensión y la atmósfera agobiante que proporciona la primera vez que se la ve(5). La remake del clásico italiano “Suspiria” también ha sido señalada por algunos como una película de terror menospreciada por los premios, especialmente por la falta de nominaciones para el soundtrack de Thom Yorke, pero admito no haberla visto y por lo tanto ser incapaz de hacer algún comentario al respecto(6). Por otra parte, “A Quiet Place”, de flojo guión pero buenas intenciones, merecía ganar el premio a Mejor Edición de Sonido, pero también debió haber recibido nominaciones a Mejor Actriz para la siempre ignorada Emily Blunt(7).

Desde otra esquina de la producción cinematográfica, los hermanos Coen volvieron a ser ignorados por la ceremonia de este año. Después de haber pasado por alto a las excelentes “Inside Llewyn Davis” y “Hail, Caesar!”, este año la antología western “The Ballad of Buster Scruggs” solo consiguió tres miserables nominaciones a pesar de encontrarse entre lo mejor del cine del año pasado. Al menos, Tom Waits merecía un reconocimiento de la categoría “Mejor Actor de Reparto” por su actuación en el segmento  “All Gold Canyon”, el cual, en menos de quince minutos, justifica por sí la existencia de la película. Quizás el filme no obtuvo más nominaciones porque fue estrenado a fines del año pasado, o porque la productora no se encargó de hacerle la campaña publicitaria necesaria entre los votantes. Más probablemente fue poco popular debido a su extraño proceso de producción (empezó como una serie para Netflix, pero los Coen decidieron editar todo junto en forma de largometraje) y su incómoda posición frente a la vida y la sociedad norteamericana. Puede ser que los Coen se hayan vuelto demasiado auto-conscientes del ethos norteamericano y ya no tengan lugar en las glamorosas ceremonias de los Oscar.

Más sorprendente resulta la exclusión de “If Beale Street Could Talk”, la mayor marginada por los premios, a pesar de que consiguió un Mejor Actriz de Reparto para Regina King (junto con otras dos nominaciones menores). Del director Barry Jenkins, galardonado el año pasado por su más predecible “Moonlight”, Beale Street se sitúa en un barrio afroamericano de Nueva York, posee una narrativa no-lineal, con saltos temporales continuos, y tiene como protagonista a la simpática heroína Clementine (KiKi Layne). Con una historia de una acusación de violación falsa, escenas de violencia policial, hermandad entre trabajadores de diferentes razas y escenas de vida familiar demasiado complejas para el gusto hollywoodense, Beale Street no resultó una candidata tan fácil de digerir como “Moonlight”, que tenía la dosis justa de provocación. Además de la edición y la fotografía, que deberían haberle valido la atención de los premios, la historia de Beale Street es completamente tangible, aunque un poco melodramática, y tiene como componente secundario un elemento rara vez vislumbrado en el mainstream del cine actual: la idea de una comunidad solidaria o de una vida familiar y colectiva que va más allá del voluntarismo individual de la protagonista. Beale Street es mucho mejor que la remake de “Driving Ms. Daisy” que se llevó el Premio a Mejor Película.

Mucho más improbable era la nominación de “Eight Grade”, a pesar de que con el marketing correcto podría haber sido la “Lady Bird” de este año(8). El debutante Bo Burnham escribió y dirigió una película abrumadoramente realista sobre una joven que transita las últimas semanas de escuela primaria mientras se enfrenta a la ansiedad social, la incipiente inquietud sexual y una vida que tiene a internet como medio ambiente principal. Es probable que sea la primera interpretación fidedigna de la juventud que nació y creció en un mundo donde internet y las redes sociales ya eran un elemento naturalizado. Aunque la historia se vuelve floja por momentos, la película tendría que haber recibido, al menos, atención por la excelente actuación de Elsie Fisher, quien da vida a Kayla, la protagonista. Los Oscars pueden haber pasado de largo a “Eight Grade”, pero los docentes de cualquier colegio primario tardío o secundario temprano deberían incorporarla como filmografía obligatoria en cualquier clase de Ética o Educación Sexual. La moraleja más importante que nos deja: toda buena amistad se puede fundar sobre un gusto común por Rick and Morty.

Todos los años existen dos grandes demandas de cupo en las ceremonias de premiación: la falta de directores no-blancos nominados y la total ausencia de mujeres directoras(9). Es conocida la asimetría histórica (aún sin corregir) entre los hombres y las mujeres que ocupan puestos como directores y guionistas, y es también conocida la tendencia anual a ignorar, consciente o inconscientemente, los trabajos de las mujeres directoras. Quiero comentar brevemente tres ejemplos del año pasado. “You Were Never Really There”, dirigida por Lynne Ramsay (We Need To Talk About Kevin) y protagonizada por Joaquin Phoenix, es la historia de un veterano de guerra traumatizado que se dedica a buscar a chicas desaparecidas, siendo muy violento al tomar represalias contra sus secuestradores. Una suerte de The Punisher menos caricaturesco, el largometraje de Ramsay es un excelente thriller de acción, que debería haber tenido más reconocimiento y es mucho más entretenido y sustancioso que la mayoría de las nominadas de este año. Por su parte, “The Rider”, de la directora china Chloé Zhao (Songs My Brothers Taught Me), es un western contemporáneo producido con un presupuesto mínimo que hace uso de los clichés obligatorios del género para contar una historia coming-of-age original y sensible, llevada adelante por un grupo de actores no profesionales que la directora eligió para darle un tono más realista al film. También quiero destacar a “Private Life”, de Tamara Jenkins (The Savages), que por su narrativa y temática romántica bien podría haber ocupado el puesto de “película indie nominada a los Oscars” del año pasado. Lejos de clichés telenovelescos, Private Life sigue la historia de una pareja de cuarenta y tantos que, de manera frustrada, prueban diferentes tratamientos de inseminación artificial buscando un embarazo, siendo el largometraje un examen sincero de la intimidad de una pareja longeva que choca contra las limitaciones de la biología y la ciencia médica. Las tres películas son mucho mejores que varios de los sapos que la Academia nos quiere hacer tragar este año.

Oscars-2019

Por último quiero recordar que el año pasado se estrenó “The House That Jack Built” de Lars Von Trier (Melancholia, Nymphomaniac). Era imposible que la última película del provocativo director danés (denunciado por Björk por acoso sexual, es importante remarcarlo(10)) tuviese un lugar entre las escogidas para los premios del domingo pasado. Sin embargo, “The House…” es la película más densa y compleja que se estrenó el año pasado, un drama psicológico espantoso protagonizado por un asesino serial que le cuenta sus “incidentes” a un interlocutor invisible, para luego finalizar en un epílogo surrealista con ecos de la Divina Comedia de Dante. Entre los años setenta y ochenta, Jack (Matt Dillon), que sufre de trastorno obsesivo compulsivo, asesina a más de sesenta personas y le cuenta a Verge (Bruno Ganz, actor suizo emblemático que falleció hace una semana) la historia de cinco asesinatos de los que se siente particularmente orgulloso, exponiendo una visión misógina y narcisista del mundo, mientras se pierde en una serie de divagaciones filosófico-teológicas. El largometraje posee escenas muy grotescas y existe una versión “sin censura” que no fue mostrada en cines americanos, pero logra ser más perturbador al centrarse en los monólogos y pensamientos de Jack que cuando regala escenas gratuitas de violencia paródica. Auto-reflexión, sátira y una confianza excesiva en sí mismo han llevado a que la última de Von Trier sea una de las películas del año pasado que justifica mayor cantidad de minutos de discusión después de verla.

Quizás “The House…” o “Buster Scruggs”, o incluso “Beale Street”, sean mucho para esta era Black Lives Matter y #MeToo del cine estadounidense (y lo digo sin estar necesariamente en contra de esos movimientos). Pero tampoco es justificable intentar reducir al séptimo arte a una moralina predecible de ciento veinte minutos destinada a perecer en el inconsciente colectivo cuando llegue la siguiente cosecha de filmes pre-fabricados para ganar premios. Aunque, hay que ser sinceros, por más que se intente imaginar una supuesta “decadencia” de Hollywood y los premios de la Academia, en verdad todos estos males han existido siempre.

Al menos ahora, entre algunos de los filmes pre-fabricados, hay uno o dos que pasan el test de Bechdel(11).


(1) ¿Alguna vez fue relevante?

(2) De todas formas, vale destacar que la ceremonia de este año ha llamado la atención por la cantidad de extranjeras con nominaciones: The Favourite, Cold War, Never Look Away, Roma y Border.

(3) En la columna sobre “It Follows” publicada el año pasado.

(4) Ari Aster ya prepara su siguiente filme, que saldrá en agosto de este año: “Midsommar”, la cual estará ambientada en Suecia e involucrará a una pareja que entra en contacto con una secta pagana.

(5) Un dato relevante con respecto a Hereditary, y que viene marcando una tendencia en el cine de terror de mejor calidad producido en estos años, es que hay una brecha entre las apreciaciones de la audiencia y de la crítica: mientras que la película cosechó la aclamación de los críticos de todas las publicaciones prestigiosas, las encuestas realizadas a audiencias que salían de ver el filme mostraron un público menos receptivo (siendo el promedio de la encuestadora CinemaScore un decepcionante D+).

(6) Suspiria divide a la crítica y a la audiencia, siendo considerada por algunos un remake mediocre mientras que otros la ven como una proeza visual y una re-lectura necesaria. El director de la película original, Dario Argento, se mostró en contra de la película, aunque reconoció que visualmente el largometraje era “hermoso”.

(7) Una recomendable película protagonizada por Blunt, aunque lejana a los premios Oscar, es la pochoclera “Edge of Tomorrow”, una entretenida historia de ciencia ficción que Emily protagoniza junto a Tom Cruise.

(8) Pienso que la marcada superioridad estética de “Lady Bird” le impidió a “Eight Grade” tener siquiera una chance de ocupar su lugar como película adolescente del año. Las dos son maravillosas.

(9) Este año tuvimos un afroamericano y un latino nominados a Mejor Director y ninguna mujer.

(10) El mal comportamiento de Von Trier con sus actores, sumado a la naturaleza demasiado provocativa de sus obras, lo hacen un imposible para la Academia. Las acusaciones que hizo Björk el año pasado en su contra son extremadamente serias y, sabiendo a estas alturas cómo funcionan ese tipo de relaciones de poder, totalmente creíbles.

(11) Googleen Test de Bechdel, no me inciten al mansplaining.

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Un comentario en «Los Anti-Oscars 2019»
  1. […] iba a ser una reseña breve sobre “The Favourite”, película a la que ya había aludido en los Anti-Oscars 2019, y “The Killing of a Sacred Deer”, la anterior película de Yorgos Lanthimos. La idea era […]

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