por Javier Lamónica
El argumento es tan remanido que abrurre… y preocupa: “El desafío de la educación es repensar el rol docente para adaptarse al cambio”, “Hay que volver a pensar la relación arcaicamente vertical entre docentes y alumnos”, “Tenemos que salir de cierta gramática escolar donde la tarea central es la formación”. Estas y otras reflexiones dejó el filósofo y ensayista argentino Darío Sztajnszrajber en el Foro de Líderes por la Educación que se llevó a cabo el último martes 10 de septiembre en el Centro Cultural Kirchner. El encuentro fue organizado por Perfil Educación, quien, el día de ayer, publicó una nota con los dichos del autor, titulada “El aula tradicional ha muerto y hay que pensar cómo reinventarla”.
Voy a hacer el esfuerzo de volcar algunos de los comentarios arrojados por los lectores al final del texto sin utilizar ningún calificativo previo; para tratar luego de explicar porque pasé del aburrimiento a la preocupación. “¿Este es el hermano de Mauro SZeta…?”, “¡Hace 20 años la escuela murió!”, “El homeschooling no para de crecer. Y la educación está en internet”, “No hay peor influencia para un chico que un maestro fracasado, que hace paros, que tiene ideología de homosocialista tarado en el proceso evolutivo”, “En la escuela enseñan música con una flauta”.
Dudo que Sztajnszrajber acuerde con estas “reflexiones”, pero, al mismo tiempo, me pregunto si era posible esperar otro tipo de barbaridades luego de leer el contenido de la publicación. Decía que estos argumentos aburren, y es que no son una novedad. Hace ya unas décadas que los vaticinadores de turno anuncian el fin de la escuela, del Estado, de la historia, de los tiempos… La maquinaria educativa no escapa de este estado de incertidumbre que hace tambalear la lógica institucional y su función dentro del tejido social. En tiempos que se definen como desbocados y líquidos, y en donde el torbellino del cambio parece arreciar con todo lo que conocíamos, la escuela se revela como una institución, extrañamente, contracultural.
Es que como dice Jason Beech (2019), la relación entre educación/escuela y cambio social es mucho más compleja de lo que parece. Por un lado, decimos que la escuela debe aggiornarse a los cambios sociales y que, como no podemos controlar estos cambios ni sabemos cuáles van a ser, debemos formar sujetos con capacidad de adaptación y flexibilidad. En este sentido, le pedimos a la escuela que se transforme, yendo detrás de los cambios sociales. Por otro lado, la escuela se revela como una institución esencialmente conservadora, cuyo rol fundamental es “custodiar” la cultura, pasándola de una generación a otra. “Todo lo que se enseña en los procesos educativos es, por definición, del pasado y se enseña con el objetivo de conservarlo”. Siguiendo este análisis, podríamos sugerir que más allá de los cambios sociales, debemos tener en cuenta nuestras posiciones éticas y políticas para decidir qué transformaciones queremos acompañar y cuáles no.
Haciendo un pequeño rodeo, recuerdo que hace unos días participé de un evento al cual me invitaron en mi rol de Rector y del cual decidí participar porque era la quinta invitación que rechazaba. Se trató de un Congreso, o algo así, organizado por Santillana para promocionar su plataforma digital Compartir. La actividad se llevó a cabo en el Sofitel, ubicado en La Reserva Cardales bajo el lema “El futuro de la educación hoy”, y se trató más de un banquete de comida y risas falsas que de un encuentro de educadores. La apertura estuvo a cargo del CEO de la compañía, quien entre otras cosas dijo: “El alumno de hoy aprende por sí mismo”, “La comodidad es peligrosa en un mundo que cambia”, “La educación es siempre acerca del futuro”.
Me resulta inevitable no asociar la palabras del filósofo Darío con las del Director de Santillana y hacerme, luego, algunas preguntas. ¿Es cierto que la escuela no cambió? ¿Es cierto que sigue respondiendo a viejas demandas y que no logra adaptarse a las necesidades de la época? ¿Debe la escuela responder a demandas ajenas o constituye un fin en sí misma? ¿Debe cambiar o debe resistirse al cambio? En un artículo reciente me atreví a señalar que quienes aseguran que la escuela de hoy se parece a una institución de encierro hace rato que no se acercan a una escuela y, de seguro, nunca ingresaron a una cárcel o un manicomio. Las preguntas acerca de la gramática escolar, el oficio docente, la autoridad pedagógica, etc., son una invitación a recorrer las transformaciones de una época signada por la incertidumbre, en donde lo nuevo aún tarda en aparecer de modo estructurante y en donde las instituciones que iniciaron esta Era parecen dan lugar a nuevas formas de organización que desbordan las categorías con las que definíamos el mundo hasta hace apenas unas décadas.
Es cierto que la escena escolar puede parece una foto antigua, pero lo que ocurre dentro de las aulas, y no me refiero sólo a los vínculos que allí se ponen en juego sino también a las prácticas pedagógicas, es muy distinto de lo que pasaba en la época de nuestros abuelos, incluso la de nuestros padres. Sin duda, aún perviven viejas lógica y modos de funcionamiento, pero no es cierto que nada ha cambiado y no es cierto que todo lo que ha cambiado, implicó realmente un proceso de innovación. Analizar lo nuevo y lo tradicional en educación supone un proceso mucho más complejo (Brailovsky, 2019). No se trata ni de elogiar lo primero ni de proponer un regreso nostálgico a lo segundo. Se trata, más bien, de salir del espejismo dibujado sobre esa vieja oposición y pensar en todo aquello que ese esquema binario no deja ver. Veremos, desde esa perspectiva, que muchos discursos conservadores se disfrazan de novedad, cuando en realidad responden a otros fines.
Volvamos entonces al principio. De dónde vienen estos nuevos -y no tan nuevos- abordajes que nos hablan del docente como analista, diseñador y facilitador; y que se apoyan en nuevas tendencias educativas: Cultura Maker, Robótica y programación, Entornos virtuales de aprendizaje, Competencias STEAM, etc. Es entonces cuando paso del aburrimiento a la preocupación, cuando advierto que el Foro de Líderes por la Educación es auspiciado por Ford, Telefónica, Pan America Energy y Corporación América y Grupo Insud. ¿A quien resulta funcional este modelo educativo que parece no precisar ni de docentes, ni de transmisión, ni de planificación, ni de edificios… ni de escuela?
Aunque pueda parecer contradictorio, estoy convencido de que cualquier idea progresista y crítica sobre la escuela es un elogio de sí -como propone Larrosa (2018)-, una búsqueda que nos aleje de los imperativos epocales y de las siempre cambiantes necesidades del Estado/mercado. Si la escuela Telémaco, así caracterizada por Recalcati en la hora de clase (2018), es una escuela que, lejos de quererlo muerto, reconoce una deuda simbólica con el padre y que tiene la difícil tarea de reconstruir la figura del docente desde su base, está claro que no puede hacerlo desde las lógicas de autoengendramiento a las que antes hice referencia; las cuales suponen que es posible, y hasta conveniente, aprender y vivir sin otros. Pero está claro que tampoco se trata de perseguir el ideal del maestro-amo, capaz de pronunciar la última palabra y enderezar vides torcidas. Se trata, creo, de pensar modelos alternativos que se aparten de las lógicas hegemónicas que nos hacen responder siempre a demandas externas. Se trata de definir nuevas formas de organización y relación para resistir frente a los procesos de individualización y mercantilización de la educación, haciendo foco en la dimensión colectiva de nuestro trabajo y en la necesidad de repensar la forma escolar para garantizar el acceso democrático a los bienes culturales. Se trata, finalmente, de que podamos sostener la promesa de una escuela que pueda ser testimonio, que pueda abrir mundos a través de la palabra; una escuela que nos salve “(…) del goce encerrado en uno mismo, el goce inmediato y su alucinación, para encontrar otro goce, capaz de hacer la vida más rica, más dichosa, capaz de amar y desear” (Recalcati, op. Cit.).
bibliografía
Beech, J (2019) “La escuela frente a un mundo desbocado: algunas claves para pensar la relación entre escuela y cambio social”, en Lamónica, J. (comp.) ¿A qué se parece la escuela? Diálogos para desandar lo aprendido, Buenos Aires: Ediciones Deceducando.
Brailovsky, D (2019) Pedagogía (entre paréntesis), Buenos Aires: Noveduc.
Larrosa, J. (editor) (2018) Elogio de la escuela, Buenos Aires: Miño y Dávila.
Recalcati, M (2018) La hora de clase. Hacia una erótica de la enseñanza, Buenos Aires: Anagrama.
Debemos entre todos ( padres docentes alumnos y politicas educativas) mejorar la calidad de nuestras clases . Lograr alumnos más capacitados para enfrentar el mundo de hoy.