por leo guacamole

“1984” de George Orwell, nos introduce en una distopía tecnológica en la cual el foco está puesto en quienes gobiernan el mundo. Los países y continentes desaparecen para convertirse en áreas, que están constantemente en guerras y alianzas, modificando las creencias de los habitantes sobre la situación real. Esto último es lo más importante; el Gran Hermano, siendo la figura del Partido (el gobierno totalista), busca conseguir la sumisión ​—ergo, el control absoluto— ​por medio de la represión y el adoctrinamiento a partir de constantes estímulos, encasillamientos, y sobre todo, terror e ignorancia. Quienes atentan contra ésto, son ​vaporizados​ (desaparecidos).

La tecnología no solo permite la vigilancia y el control constante (a través de ​telepantallas que monitorean veintitrés horas diarias a todo ciudadano), sino que también aparece como un objeto que acentúa la alienación de quienes son sometidos (propinando estímulo tras estímulo con mensajes subliminales de sumisión al Partido: “Guerra es paz, Libertad es exclavitud, Ignorancia es fuerza”, claman constantemente las telepantallas).

Claro que, como en toda sociedad injusta, las clases sociales cumplen un rol fundamental. Son los Altos, los Medios y los Proles quienes lo conforman, y, traducido a las divisiones sociales reales, representan la riqueza, la clase media y la pobreza. Pocas personas conforman a los Altos, siendo parte del Partido del Interior; al menos la mitad de la población se localiza en los Medios, personas corrientes y completamente monitoreadas, que trabajan mayormente en Ministerios, negocios y otros tipos de servicios; y por último los Proles, quienes son considerados obsoletos pero necesarios para los trabajos más deplorables y peores pagos. Los Proles no dependen de tanta vigilancia ya que el gobierno considera que no cuentan con el suficiente poder o intelecto para desatar una revolución. ​“Hasta que no tengan conciencia de su fuerza, no se rebelarán, y hasta después de haberse rebelado, no serán conscientes. Este es el problema”​reflexiona el protagonista. Esta idea se puede relacionar directamente con la teoría Marxista del opresor y el oprimido.

Otro mecanismo de control que utiliza dicho gobierno es la ​Neolengua​; la deformación del lenguaje a fin de la invención de uno nuevo, buscando novedad, exclusión a quienes no la usen, alienación e “innovación” ​—pero la innovación en una forma ya vista en los gobiernos reales, queriendo cambiar cosas hechas en el pasado (sin importar si para mejor o peor)​ con la intención de comer las migajas de pan y borrar los rastros de los predecesores​—​. El objetivo principal de la Neolengua consiste en evitar los ​crimentales​ (crímenes mentales, consistentes en tener pensamientos ​subversivos​, éstos se exterioricen o no) alterando y eliminando palabras. Un ejemplo claro puede ser la eliminación de la palabra ​libertad​. Nadie puede pensar​ en la libertad si dicha palabra no entra en su vocabulario.

En este gobierno totalitario se presentan diversos Ministerios encargados de garantizar el “orden”, la alienación y la sumisión total. Todos estos Ministerios tienen nombres inapropiados para sus funciones, tales como “abundancia”, “amor”, “paz” y “verdad”, cuando en realidad se trata de pobreza, represión, guerra y desastres.

Para presentar a cada uno, voy a comenzar con el Ministerio de la Abundancia; encargado de la desastrosa economía del lugar. Se ocupa de supervisar el racionamiento de bienes, dejando en extrema pobreza a los Medios y los Proles, en parte por la guerra y en parte por el control que demuestran tener sobre ellos. Los medios de comunicación tienen un lugar muy importante en este Ministerio, dado que para mantener al ​rebaño​ tranquilo, esconden al lobo detrás del establo y anuncian que los lobos se están por extinguir. Creyendo que controlan la situación, proporcionan diversas estadísticas y anuncios por las telepantallas narrando las falsas victorias económicas del Gran Hermano.

El Ministerio del Amor se asegura de que todos los ciudadanos se conserven fieles y leales al Gran Hermano, creando este enamoramiento e idolatración falso hacia el Partido y evitando que se cometan ​crimentales​. Todo esto lo consiguen a través de lobotomías, lavados de cerebro y torturas extremas. Mantienen el miedo vigente a cada paso que alguien dé. “Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de… nosotros”​dice un miembro del Partido al protagonista, en plena sesión de tortura.

El Ministerio de la Paz se encarga de mantener un constante estado de guerra, contrario a lo que su nombre indica. Según un libro “prohibido” que lee el protagonista, la guerra interminable equivale a mantener un balance mundial de poder; manteniendo un estado de alerta permanente y haciendo que la gente no llegue a conocer la realidad de una sociedad sin guerras. Es decir, dejándolos sin punto de comparación de qué es estar ​realmente bien.​ Al mismo tiempo, se puede utilizar la excusa de la guerra para justificar las escaseces y demás problemáticas económicas. También se comunican por las ​telepantallas las constantes victorias para mantener la fé, pero las estadísticas no son ciertas.

Por último, el Ministerio de la Verdad es el encargado de reescribir la historia a conveniencia del Partido. Como mencioné antes, parte de la alienación a la que los someten cuenta con la alteración de los hechos, como si nadie tuviese memoria. “El que controla el pasado controla el futuro; y el que controla el presente controla el pasado”​dicta una de las tantas consignas adoctrinantes del Partido.

La novela detalla la miserable vida de un hombre que trabaja en el Ministerio de la Verdad, y todo el proceso por el que pasa hasta rebelarse por completo. Comienza teniendo apenas unas ideas sueltas en la cabeza, las cuales sabe muy bien que son consideradas “subversivas”, y al asumir que van a vaporizarlo decide dejar un legajo y escribirlas en un diario, para que aquellos pensamientos no quedasen flotando en la nada y su desaparición valiese la pena. A partir de cometer un crimen pequeño tras otro, se va formando una cadena de actos prohibidos y terminan dejando de importarle por completo las consecuencias. Entre esa sucesión de acciones se encuentra con una mujer igual -o más- arriesgada, y deciden marcharse juntos a un lugar, donde tardaron poco en ser descubiertos por espías del Partido Interior.

La tercera parte del libro describe gráficamente todas las torturas por las que tuvo que pasar el protagonista, quien termina siendo completamente “lobotomizado” y extorsionado, a tal punto que si el Gran Hermano le decía que dos mas dos era igual a cinco, lo creía con absoluta firmeza y no se lo planteaba en absoluto: “Si lo dijo el Partido, entonces es así”.

Toda esta tortura está protagonizada por O ́Brien, quien al comienzo se hizo pasar por un miembro del Partido Interior totalmente disconforme con el Gran Hermano, diciendo que formaba parte de un grupo conspirativo contra el Partido; de esta manera captó la atención del protagonista (Winston) y su amante (Julia), y así cayeron al abismo de las torturas.

Narra con perfección todo lo que le pasa a las diferentes personas que estuvieron siendo torturadas, encerradas y extorsionadas, entre otras cosas, y las diferentes reacciones que tiene el protagonista ante el dolor físico infringido y la tortura psicológica, cediendo poco a poco. En los siguientes fragmentos del libro, O ́Brien (miembro del Partido Interno encargado de torturar a Winston) le muestra su mano escondiendo el pulgar, mostrando así cuatro dedos, y le pide a Winston que vea cinco; porque el Gran Hermano clama que aquello representa cinco dedos, en lugar de cuatro.

“—¿Cuántos dedos, Winston? —Cuatro. La aguja subió a sesenta. —¿Cuántos dedos, Winston? —¡¡Cuatro!! ¡¡Cuatro!! ¿Qué voy a decirte? ¡Cuatro!”

“—¿Cuántos dedos, Winston?
—¡Cinco! ¡Cinco! ¡Cinco!
—No, Winston; así no vale. Estás mintiendo. Sigues creyendo que son cuatro. Por favor, ¿cuántos dedos?
—¡¡Cuatro!! ¡¡Cinco!! ¡¡Cuatro!! Lo que quieras, pero termina de una vez. Para este dolor.”

“—¿Cuántos dedos, Winston? —¡¡Cuatro!! Supongo que son cuatro. Quisiera ver cinco. Estoy tratando de ver cinco. —¿Qué deseas? ¿Persuadirme de que ves cinco o verlos de verdad? —Verlos de verdad.”

“—¿Cuántos dedos te estoy enseñando, Winston?
—No sé, no sé. Me matarás si aumentas el dolor. Cuatro, cinco, seis… Te aseguro que no lo sé.
—Esto va mejor —dijo OʹBrien.”

“OʹBrien le enseñó los dedos de la mano izquierda con el pulgar oculto. —Aquí hay cinco dedos. ¿Ves cinco dedos? —Sí.”

Spoiler: el poder crea la trama.

Si hay algo que tienen en común Farenheit 451 (Ray Bradbury), 1984 (George Orwell), Ensayo Sobre la Ceguera (José Saramago), Kentukis (Samanta Schweblin) y El Cuento de la Criada (Margaret Atwood); es que todas estas novelas narran los desastres que generan las relaciones de poder. Todas, de diferentes maneras, consiguen enredar una distopía donde el tema principal es plantear qué sucede si ​tal​ es más poderoso, y, ​a partir de quién tenga el poder​, se va a entramar la distopía.

Por ejemplo, en Farenheit 451 y 1984, es el gobierno quien tiene el poder sobre los ciudadanos, en todo sentido. Los controlan, los ponen bajo una lupa constante y los someten a destinos terribles si cometen ​subversiones​. En cambio, en Ensayo Sobre la Ceguera, el poder lo toma el que pueda tomarlo. Al verse en la angustiante situación de no tener visión, ser encerrados y condenados a morir, ya no existen leyes ni morales que detengan a las personas en su necesidad de sobrevivir. Y ahí hay ​alguien​ que tiene el poder absoluto pero pasa completamente desapercibida; tiene visión. Pasa a ser una relación de poder completamente secreta y escondida, contrario a lo que los gobiernos totalitarios de los otros dos libros buscan.

También está el poder en El Cuento de la Criada pero no me arriesgo a catalogarlo simplemente como un gobierno nefasto ​—como al de Farenheit 451 y 1984— porque no es la única clase de ​poder​ que aparece. En esta novela se tratan casi todas las relaciones de poder que puede haber; el gobierno y las guerras ejerciendo poder sobre el pueblo, las clases altas y adineradas ejerciendo poder sobre quienes no tuvieran alternativa, el patriarcado ejerciendo poder sobre las mujeres —dividiéndolas en fértiles e infértiles, catalogándolas como a objetos, cosificándolas, obligando a las más pobres a parir los bebés de las ricas, y un gran etcétera—, e incluso se muestran constantemente pequeñas relaciones de poder tales como los cargos o rangos jerárquicos en las mismísimas criadas, o el “amorío” entre el jefe y la criada, donde muestran todos los pensamientos de desconfianza de ella, de sus “¿hará esto para aprovecharse, o le interesaré de verdad?” ante cada movimiento de él —mostrando así el abuso de poder que él posee, dado que ella se vé en la situación de no poder negarse en absoluto—.

Finalmente, Kentukis también muestra un tipo de poder diferente a los otros, utilizando el recurso clásico de la ciencia ficción de las ​nuevas tecnologías​ tomando control sobre la sociedad moderna. Acá está lo disonante con la normativa de la ciencia ficción; porque no es que las máquinas ​cobran vida​, sino que los humanos pierden por completo la noción de lo real y lo tecnológico, cruzando barreras básicas de intimidad, comunicación y legalidad, sólo por el hecho de tener una cámara en una casa ajena —o al revés—. Explota el concepto del ​controlador​ y el ​controlado,​ y, posiblemente, nuestra relación tóxica con las redes sociales. En este libro, el poder lo tienen todos y no lo tiene nadie.

Las novelas no sólo presentan lo complejo que es cuando alguien toma el poder por la fuerza el poder, sino que también reflejan las diferentes reacciones de los personajes. En vista general, en todos los libros mencionados el/la protagonista forma parte del grupo oprimido o excluído, pero sólo en “1984” el personaje es totalmente consciente de su opresión pero sabe también que no puede hacer nada al respecto. Para marcar la diferencia, Winston sabe desde el comienzo que hay algo mal, pero considera que es él mismo quien debería cambiar y adaptarse. A medida que se desarrolla la trama, va gradualmente descubriendo que podría cambiar el entorno en lugar de adaptarse al desastre.

Hay diferentes partes en la novela en donde llegamos a creer que es realmente libre, pero, obviamente, apenas comenzamos a incluso considerarlo, nos aplastan la ilusión y el libro se descarrila por completo. Lo poco de “libertad” que llegó a tener en el principio de la historia, lo arrancan, escurren y destrozan delante nuestro hasta que no queda ni una sola gota de esperanza para seguir leyendo. Ya en las últimas páginas pensé seriamente en dejarlo por la angustia que me generaba saber que iba a terminar mal, y la última frase es realmente escalofriante y realista: “Él amaba al Gran Hermano”

Porque así funciona el adoctrinamiento total. ¿Por qué motivo creemos que tenemos que, por ejemplo, tener un determinado cuerpo para llegar a una estación del año? ¿Y por qué pensamos que ciertos alimentos nos hacen ​agradables y otros nos hacen ​desagradables​? Porque en un sistema hegemónico donde todo se rige por la comercialización, lavados de cerebro y discriminación, lo que siempre tenemos en la mente es ​encajar​ para no ser parte de ese sector marginado. Abrimos cualquier revista en una sala de espera y la primera página nos habla sobre cómo tener un abdomen plano, en la siguiente habla sobre las dietas de las modelos más “exitosas” y en la siguiente hay recetas de comidas bajas en calorías (porque, claro ¡las calorías son malas!). Pero esto no se limita a los medios de comunicación —lo cual ya es lo suficientemente “adoctrinante”— sino que está en ​todos lados​. Es tema de conversación constante, es motivo de bullying diario, es portada de carteles en las calles, es motivo de consulta con médicos; es una constante de la que no se puede salir, porque está tan instalada que los pensamientos son automáticos. Por más de que tratemos con todas nuestras fuerzas deconstruir nuestra mente, ​no es algo que se logre de manera individual.​ Y por esa misma razón, Winston y Julia no consiguen rebelarse contra el Gran Hermano: eran ellos solos contra el Partido, una sociedad basada en repudiar el libre pensamiento y reprimir los sentimientos verdaderos.

¿Cuál es entonces la moraleja de “1984”, de George Orwell? En mi opinión, es tener una opinión.

Leo Felipe Brailovsky, nació en septiembre de 2003. Comenzó a desarrollar su interés por la literatura desde que tuvo capacidad de agarrar un lápiz. Escribe textos literarios, ensayos y canciones, y acude a una secundaria orientada en artes. Actualmente está trabajando en una novela juvenil y piensa publicarla en el transcurso del año próximo. También publica contenido (animación y música) en un canal de YouTube bajo el pseudónimo “Leo Guacamole”.

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